martes, 12 de agosto de 2014

El experimento del juez Castro

El juez José Castro. (Efe)
11.08.2014

El verano mallorquín está tan superpoblado que la pasada semana se registró el choque frontolateral de dos carritos de la compra en un centro de jardinería de la isla. Uno de los vehículos estaba pilotado por Pilar de Borbón, también conocida como la hermana mayor del Rey padre. El segundo protagonista de la colisión era un tal José Castro Aragón, titular del Juzgado de Instrucción número tres de Palma y redactor del auto que pretende sentar en el banquillo a Cristina de Borbón, sobrina de la otra conductora.

No es nuestra intención elucubrar metáforas entre el conflicto circulatorio y el judicial. Máxime cuando Doña Pi se enterará por estas líneas de la identidad del varón con el que chocó, y el magistrado ignoraba la identidad de su augusta opositora porque no lee la prensa rosa, a diferencia del fiscal Pedro Horrach, que habla con Vanity Fair. Queríamos demostrar simplemente la deportividad imperante en verano, cuando los hijos del matrimonio de imputados Borbón/Urdangarin –por este orden firman todos los documentos– disfrutan de sus vacaciones en el palacio de Marivent, sito en el único reino insular de una España donde solo los republicanos aprueban al Rey.

En esta ínsula gobierna Sofía I de Mallorca, cuyas relaciones con su cuñada Doña Pilar de Calvià son manifiestamente mejorables. Por cierto, los jueces mallorquines obligaron a la hermana del Rey padre a derribar su coqueta casa situada junto al aparcamiento del yate ‘Fortuna’, humillación que no alteró su rutina veraniega mallorquina. Un día le pregunté por Zapatero después de suceder a Aznar, y Doña Pi se limitó a decirme que “éste al menos escucha”. A buen entendedor.Se ha comentado que, antes de Nóos, ningún magistrado había cuestionado un informe de la Agencia Tributaria. Después de Nóos, ningún magistrado podrá creerse a ciegas un dictamen de la Agencia TributariaPero aquí hemos venido a hablar de José Castro, y no solo para desvelarles que sus compañeras de la judicatura se encargaron de comprarle la corbata que lucía el sábado cenital del interrogatorio de Cristina de Borbón. El juez de provincias fue menospreciado por elestablishment de La Zarzuela hasta que dictó su segundo auto de imputación de la Infanta en el ‘caso Infanta’. Allí se rindieron Roca y el Rey. Se ha comentado que, antes de Nóos, ningún magistrado había cuestionado un informe de la Agencia Tributaria. Después de Nóos, ningún magistrado podrá creerse a ciegas un dictamen de la Agencia Tributaria, hasta tal punto se ha contaminado en la defensa encendida de la hija y hermana de reyes. Por no hablar de la Abogacía del Gobierno, o de la Fiscalía General del Gobierno.

Eduardo Torres-Dulzón rebautizó a Castro en “no tenemos miedo al lobo feroz judicial”. El fiscal cinéfilo no advirtió que su alegoría transformaba a Cristina de Borbón en la Infanta Caperucita, un rótulo de lo más adecuado para quien se ha llevado personalmente un millón de euros de fondos públicos con una trama cuyo diseñador económico ha confesado que fue concebida con el solo objetivo de delinquir. Por cierto, un escándalo que golpea de lleno al PP, según se encargan de olvidar sus gestores o Rajoy, cuando aboga por la Infanta en defensa propia. Una no sabía a qué se dedicaba su marido, otro ignora las mañas de su hacendoso tesorero, pero ambos se beneficiaban económicamente de la industriosidad de sus íntimos colaboradores.

Inversión de papeles

Si aceptan las coordenadas aquí trazadas, y no tenemos otras, las instituciones centrales del Estado han capitulado en defensa de una triste Infanta. La tradicional pirámide estatal se invertía para reposar en la cabeza de un juez que vive junto al mar, pero tendrá que dejarlo porque no puede permitírselo. La mudanza tendrá lugar cuando el año que viene le sobrevenga la “tan forzada como tediosa jubilación" a que se refiere en autos como su único horizonte, cuando el fiscal le acusa de participar en ladinas conspiraciones mediáticas.La Infanta Cristina, en los juzgados de Palma. (GTres)

En esta inversión de papeles ha consistido el experimento democrático del juez Castro. Centenares de magistrados españoles de relumbrón hubieran archivado la causa contra Urdangarin y sobre todo contra su esposa, si bien a la hora del asqueo que es el arqueo del saqueo cabe recordar que nadie hubiera fiado un euro al marido de no contar con la vinculación conyugal, y así lo confesó el inimitable president presidiario Jaume Matas ante el juez Jordi Évole.
Los funcionarios archivadores no creen realmente en la validez universal de la justicia. Son políticos, a menudo sin saberlo y revistiéndose de tecnicismos hipócritas. En cambio, el empírico Castro puso en marcha su experimento, planteado bajo el epígrafe “Supongamos que España es un Estado de Derecho, lo cual no solo significa que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, sino que la ley que yo aplico es igual ante todos los ciudadanos”. En efecto, suena más revolucionario que Podemos, salvo que el juez no se quedó en la entelequia y ejecutó la radicalidad democrática voceada en los ensayos plúmbeos de profesores de la London School of Economics que la traicionarían en cuanto conquistaran su ansiado poder.

Aquí pueden sincerarse sin temor, el juez Castro es el personaje al que muchos de ustedes querrían odiar pero no consiguen hacerlo. De hecho, la querella con el brillante Pedro Horrach y sus declaraciones de amor a la Infanta se nuclean en los celos. ¿Por qué una ciudadana anónima le envió al juez un ramo de flores, el día en que propuso un juicio justo para Cristina de Borbón? Simplemente, porque su experimento ha funcionado sin los traumas previstos por los agoreros.Ningún español desde la muerte de Franco ha sido sometido a la tensión unipersonal descargada sobre su cabeza. Castro preludia el triunfo de la opinión pública intocable sobre los intocables de la opinión publicadaEn la noche en la que escribo esto, la madre, la hermana, el hermano, los hijos, la cuñada y la tía de la imputada colisionan con el magistrado en los atestados pasillos de los centros de jardinería de Mallorca, distrito metropolitano. No hemos llegado hasta aquí para aportar la anécdota de que el propio juez Castro esté mostrando la casita junto al mar porque la necesita vender. Tampoco nos interesa que se sumara a la campaña contra la monstruosa ampliación del club náutico de su barrio antes pescador del Molinar, colgando la obligatoria pancarta en su balcón. Nuestra voluntad de teorizar se desvía a plantearnos dónde adquirió este antiguo funcionario de prisiones su maestría en la gestión de crisis.

Ningún español desde la muerte de Franco ha sido sometido a la tensión unipersonal descargada sobre su cabeza. Castro preludia el triunfo de la opinión pública intocable sobre los intocables de la opinión publicada. Los especialistas de la descalificación intentaron aplicarle la ‘doctrina Marino Barbero’, así denominada en honor del juez del Supremo conducido a la desesperación y a la renuncia de su carrera de magistrado a raíz de unas declaraciones de Juan Carlos Rodríguez Ibarra, cuando el magistrado investigaba la financiación del PSOE en Filesa. Con Castro han pinchado en hueso. La ya célebre portada de ABC en que tomaba un café junto a su casa con la abogada de Manos Limpias pifió y desinfló las campañas de descrédito. La burda amenaza lo convirtió en el magistrado teflón.

Y antes de acabar, recuerde que las instrucciones de Castro no se van de vacío. Todos los casos de corrupción destripados bajo su batuta desembocan en condenas. Dos de ellas contra Jaume Matas, el primer ministro de Aznar sentenciado por el complaciente Supremo, el todopoderoso cuyo único privilegio consiste en elegir la cárcel en que será encarcelado. La corrupción ha sido protagonizada por los políticos, pero hubiera resultado inconcebible sin la aquiescencia omisiva o permisiva de centenares de funcionarios de primer nivel que traicionaron su compromiso. Con su comportamiento, Castro los ha desenmascarado. ¿La conclusión de su experimento? Que un poco menos de justicia no es justicia. Que perseguir la corrupción no conlleva recompensa alguna. Y tantas otras que ustedes pueden añadir en sus ratos libres.

http://blogs.elconfidencial.com/espana/diario-robinson/2014-08-11/el-experimento-del-juez-castro_174402/#

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