sábado, 12 de enero de 2013

Los asteroides cercanos entretienen mientras… ¿se ignora el verdadero peligro?


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Apophis ha inaugurado la veda este año. El mes que viene lo hará 2012 DA 14, un pedrusco de 40-80 metros de diámetro que el día 15 de febrero pasará a poco menos de 27,000 km. de distancia, lo cual, en el mundo de las rocas espaciales, equivale a ponerlos de corbata: los satélites geoestacionarios orbitan a 35.000 km… Pero de momento nos libramos.


Sin embargo, hay algo que no parece interesar demasiado a nadie y que, vistas las cosas, debería… Vayamos en orden.

En 1996, el astrofísico Victor Clube elaboró un informe para la Oficina Europea de Investigación y Desarrollo Aerospacial (EOARD) titulado “Informe narrativo sobre el peligro para la civilización debido a bolas de fuego y cometas”.

El estudio partía del riesgo que supone para la Tierra la desintegración de cometas, asteroides y “centauros”, un conjunto de pedruscos de interesante tamaño que orbitan entre Júpiter y Saturno, y el lanzamiento de sus restos a órbitas interiores donde el riesgo no es tanto la posibilidad de impacto con nuestro planeta –como gusta al imaginario popular—sino la cadena de efectos generados por una entrada en la atmósfera de tanto despojo cósmico.
The implications  of this disturbing  fact are only now beginning to be fully appreciated. Thus a disintegrating  giant comet in near-Earth space will transfer dust and detritus to the terrestrial  atmosphere,  affecting  the  climate  (see  later),  with the result  that  the Earth is very likely once  again to be locked into  an ice-age (or glacial)  lasting tens  of thousands  of years.  This alone could be  considered hazard  enough (before the next asteroid strike) but in drawing attention to how the next glacial will probably start, Chiron has also  caused us to recognise how the last glacial probably ended.  The point here is that whereas the less fragile debris of a giant comet  will  eventually  cease to  erode and  a glacial will eventually cease to be maintained, so the Earth will be restored to an interglacial, such as now, along with  a heirarchy of orbiting remnants from the latest giant comet to be passing through near-Earth space [texto resaltado en el original].
En los tiempos que corren, resulta interesante observar cómo el estudio llama la atención sobre una conexión entre un aumento en la entrada de material cósmico en la atmósfera y las épocas de glaciación, pues tal es la situación en que parece que nos encontramos a día de hoy, tal y como se ha venido apreciando en los últimos años.

Difícilmente perceptible, la acumulación de partículas cósmicas en nuestro vecindario se deja ver por los efectos de la luz zodiacal, un fenómeno de esparcimiento de la luz del Sol provocado por una inmensa nube de restos de cometas y asteroides que ocupa la eclíptica.

Decía Clube en su estudio que puede haber veces en que la Tierra se tope directamente con esta nube de partículas y la atraviese, lo que provoca una mayor aparición de meteoritos en los cielos. Para los defensores de esta idea, no sólo hay que temer el impacto de uno lo suficiente grande al estilo de Tunguska, que es el aspecto en que se centran los medios de comunicación y el que se distribuye fácilmente por su asociación peliculera y una baja probabilidad que se utiliza con claros efectos tranquilizantes, sino el efecto real y progresivo que parece estar dándose sobre las capas altas de la atmósfera y cuyos síntomas no se reconocen como parte de un mismo fenómeno, esto es, como resultado de la saturación por debris cósmico.

Años después, en un artículo publicado en 2003 en la revista New Scientist, Stuart Clark escribía sobre la entrada en el Sistema Solar de una gran cantidad de material cósmico que continuaría durante diez años, hasta 2013, a modo de una gran tormenta de arena interplanetaria:
The Sun’s shifting magnetic field is set to focus a decade-long storm of galactic dust grains towards the inner Solar System, including Earth.
The effect this will have on our planet – if any – is unknown. But some researchers have speculated that sustained periods of cosmic dust bombardment might be related to ice ages and even mass extinctions.
During the last decade, the magnetic field of the Sun acted like a shield, deflecting the electrically charged galactic dust away from the Solar System.
Clark citaba los datos recogidos por la misión Ulysess de ESA y NASA y publicados ese año por científicos del Instituto Max Plack dirigidos por Markus Landgraf, quien afirmaba que el polvo cósmico era tres veces más abundante entonces que en la década anterior. He intentado buscar datos más actualizados, pero mi torpeza ha sido superior al empeño.

La última entrada al respecto publicada en este blog data de octubre, y en ella se hacía un resumen de “síntomas” procedentes otros artículos más antiguos a modo de “suma y sigue”: impactos en Júpiter, nubes noctilucentes, enfriamiento de la atmósfera superior, aumento de raspadores solares, cometas de largo periodo que se desintegran en el Sol y que, por cierto, Clube cita en su estudio por considerarlos una importante fuente de “basura” cósmica.

A ello se suma la aparentemente cada vez más abundante lluvia de “bolas de fuego”, pero esto es algo que entra dentro de esos asuntos del sesgo cognitivo aunque pueda ser un episodio cierto, así que se menciona para darle morbo y que cada cual haga sus deberes…

Ah, y un poco de conspiranoia para evitar pensar que a los “poderes que son” se las trae al fresco aunque pretendan lo contrario, claro, que si no no mola tanto:
En 2009 Estados Unidos declaró como sujeta a secreto militar la información sobre meteoros extraída de los satélites destinados a tal efecto:
A recent U.S. military policy decision now explicitly states that observations by hush-hush government spacecraft of incoming bolides and fireballs are classified secret and are not to be released, SPACE.com has learned.
(Fuente: Space.com)
En 2007 se había reconocido la importancia de atender a los pequeños asteroides tras comprobar, mediante simulaciones de ordenador, que su poder destructivo era mucho mayor del que se pensaba hasta entonces, no por su impacto sino por explosiones en la atmósfera al estilo Tunguska.
The fact that a relatively small asteroid could still cause such a massive explosion suggests “we should be making more efforts at detecting the smaller ones than we have till now,” said researcher Mark Boslough, a physicist at Sandia National Laboratory in Albuquerque, N.M.
(Fuente: Space.com)
Volviendo al colaborador de New Scientist, también se hacía eco de la relación entre este fenómeno y los olvidados tiempos de glaciaciones y extinciones masivas:
The effects of space dust on the Earth are currently unknown, but hotly debated. Every year, about 40,000 tonnes of cosmic debris fall onto the Earth, much of it creating meteors.
Some researchers have suggested recently that high dust inputs into the Earth’s atmosphere, sustained for centuries or longer, could be responsible for ice ages and mass extinctions. Langraf is cautious about such claims but told New Scientist: “Everything in interplanetary space eventually affects the planets, but exactly how is very speculative.”
Uno de esos investigadores es precisamente Victor Clube, para quien la seriedad del asunto se debe a su teoría de que este tipo de episodios cósmicos sería el auténtico causante no sólo de extinciones masivas y puntuales, sino de tantos abruptos finales civilizatorios a lo largo de los tiempos y que difícilmente se han podido explicar de manera satisfactoria.

Cosmos e Historia

Para Clube, no se trata de remitirse a las situaciones extremas, sino de entender que la dinámica del Cosmos es gradual y permite diferentes niveles de gravedad. En este sentido, dice, no fue hasta el éxito en la implantación de las ideas de la Ilustración que la amenaza celeste como un hecho serio y real para los pueblos se convirtió en un tema tabú ridiculizado bajo su adscripción a una suerte de pensamiento supersticioso, y sólo admitido en las últimas décadas del siglo XX como explicación de grandes eventos muy concretos y adscritos a las eras geológicas, no al común discurrir de las sociedades humanas.

Pero, recuerda Clube, incluso Isaac Newton se preocupó por tales asuntos y sus documentos, aunque silenciados durante 250 años, terminaron saliendo a la luz para escarnio de la era de la razón, que rebautizó a su hasta entonces adalid ante la evidencia de los hechos: de ser considerado “el primer científico moderno” se convirtió en “el último de los magos”.

El hambre, las epidemias, las migraciones masivas y las revueltas sociales, episodios que se acumulan en ciertos periodos y que preceden al ocaso de las civilizaciones tienen un origen cósmico, dice Clube, que ha provocado la mirada temerosa ante la proliferación de cometas y bolas de fuego en el cielo.
It is the successive giant comets in near-Earth space dislodged from the huge cometary cloud accompanying the Sun in its epicyclic orbit around the Galaxy which essentially control these periodic events on Earth. It is the successive giant comets in near-Earth space, in other words, which happen to control biological evolution on Earth: it is the last and next giant comets in near-Earth space which are of the most immediate concern to civilization and mankind.
Tales ideas ya habían sido recogidas en su libro The Cosmic Winter, donde interpreta la historia y los mitos desde el terror a los objetos celestes. Ante la situación actual del pensamiento humano, Clube reflexiona que o bien es cierto que el cielo de los antiguos se volvió extremadamente violento en diferentes épocas, o bien el hombre moderno es realmente más inteligente e “iluminado” que sus ancestros al haber concluido que tal violencia es improbable.

Sucede que solemos elegir la segunda opción. Al acudir a cualquier registro histórico sobre sucesos astronómicos, sucede también que es generalmente asumido el hecho de que sólo se puede confiar en los testimonios dejados por los griegos en adelante, relegando el “conocimiento” de las culturas anteriores a ellos al mundo de la fantasía y el mito. Por eso no es posible otorgar credibilidad a la familiaridad con que los sumerios aceptaban el poder destructor de los cuerpos cósmicos. La astrología babilónica se extiende con el tiempo hacia el este a través de Persia, la India y China. En todas estas civilizaciones, la búsqueda de estrellas errantes y bolas de fuego en los cielos era casi una obsesión.

Según Clube, existen evidencias de que el final de las civilizaciones coincide con algún tipo de evento climático extremo que acaba con las condiciones benignas y que los registros históricos achacan a una violenta actividad cósmica. Es lógico pensar que el caos climático y las catástrofes naturales sean responsables de la repentina caída de los grandes imperios, las migraciones masivas y la aparición de nuevas ideas y modelos de sociedad. Se trata de las denominadas pequeñas edades del hielo y edades oscuras.
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Existen dos formas de transición entre civilizaciones. Por un lado, hay periodos en que se mantiene cierto orden y estructuras mínimas de civilización. Pero, en otras ocasiones, nos topamos con el más absoluto caos y la desintegración definitiva de una estructura compleja que lleva decenios, incluso siglos, recuperar. La existencia de las edades oscuras es algo que a día de hoy no ha sido convenientemente explicado.

La impresión de Clube es que, detrás de justificaciones basadas en asuntos humanos tales como falta de recursos y hambre, guerras internas, invasiones externas, revoluciones, etc., aun habiendo ocurrido, dejan la sensación de que algo muy superior estuvo involucrado en tan radicales exterminios.

Ejemplos de ello son  las civilizaciones minoica, 1450 a.C.; y micénica, 1200 a.C. La teoría de las invasiones dorias tiene tantas lagunas que no se entiende su vigencia a día de hoy.

La desaparición de la primera se atribuye al volcán Thera, seis veces mayor que el Krakatoa (1883). El fin de la edad de Bronce en el Egeo se extiendió al Oriente Próximo y produjo un corte civilizatorio de casi quinientos años. Hubo factores en ese periodo que acabaron con gran parte de la vegetación y convirtieron el suelo fértil en terreno erosionado. El abandono de los núcleos de población fue tal que apenas quedaron unas pocas comunidades para regenerar el territorio hacia el 1100 a.C. Tanto los palacios de Creta como los de la península del Peloponeso parecen haber sido arrasados por terremotos en una franja de tiempo entre unos y otros inferior a cincuenta años.

Apenas si sobrevivió algo de la civilización micénica, hasta el punto de que el elevado grado cultural alcanzado se perdió por completo, descendiendo hasta niveles que hacían imposible la escritura o el desarrollo de una arquitectura compleja como la de épocas anteriores.

Pero la devastación se amplió también a la vecina Anatolia, al imperio hitita. Desde las ciudades occidentales de Troya, Miletos y Tarso hasta las más orientales de Alalakh, Kadesh y Ugarit. Es decir, entre el  1230 y el 1180 a.C., la totalidad de esta zona del planeta fue arrasada y condenada a un regreso a los tiempos anteriores a las grandes civilizaciones. Sólo Egipto fue capaz de sobrevivir como civilización, aunque se enfrentó a severas crisis internas, al igual que todo el Creciente Fértil.

Efectos similares los encontramos repetidos a lo largo de la historia. Así, los estados guerreros de China o el Imperio romano y la larga edad oscura que comienza en el siglo VI.
Al mismo tiempo, esto hace natural la asociación de los cometas con los malos augurios, así como el desarrollo de rituales para intentar calmar y controlar las fuerzas del universo. Clube considera que muchas ceremonias del fuego estarían relacionadas con estos eventos, explicando desde este punto de vista el porqué de las fechas para tales celebraciones: junio y noviembre. Se trata de los momentos en que la Tierra cruza la órbita de los restos de algún cometa importante.

Volviendo al presente…

Resulta inevitable mencionar el extraño ciclo de “máximo” solar que estamos teniendo, puesto que el comportamiento anómalo del Sol, confirmado por la NASA en octubre de 2012, esto es, una inesperada actividad mínima cuando debería ocurrir lo contrario, se ajusta a las alteraciones previstas por James McCanney hace una década en caso de que se produjera un aumento de material espacial, como meteoritos y cometas, en el interior del Sistema, al producirse una transferencia de energía desde el Sol provocada por la entrada de objetos que actúan con carga eléctrica opuesta a la estrella a la manera del funcionamiento de un condensador, siguiendo la teoría eléctrica del universo.

El tipo no es, leyendo lo que escribía, de los que podríamos considerar “serio” pero, con la distancia de diez años, resulta un pelín inquietante comparar sus especulaciones con la realidad del momento.

En 2002, publicó Planets, Comets and Earth Changes, del que poco después sacó un extracto gratuito a modo de guía de “supervivencia” porque su teoría es que se nos viene Nibiru encima. 

No obstante, si quitamos Nibiru y ponemos en su lugar un montón de materia dispersa que haga las veces del extraño visitante, estaríamos en las mismas, sólo que con menos morbo y “más calma”.

El caso es que hay una parte del librito que se las trae a estas alturas de la vida. Se trata de algunos de los efectos que produciría en la Tierra el tal Nibiru entre tres años y un año antes de su cruce:
  • Violentas tormentas con excesivos relámpagos, viento y agua.
  • Grupos de ciclones.
  • Lluvias torrenciales y deslizamientos de tierra, causando masivas inundaciones.
  • Fuertes vientos y huracanes en tierra.
  • Clima errático, como nevadas en los trópicos.
  • Descargas eléctricas visibles entre planetas y lunas.
  • Coloridas auroras,
  • Sonidos similares a trompetas y silbidos causados por las descargas.
  • Frecuentes inversiones magnéticas permitiendo el ingreso a nuestra atmósfera de partículas radiactivas, causando mutaciones genéticas y nuevas especies.
  • Menor actividad del Sol, conduciendo a una mini Edad de Hielo.
  • Impactos de corrientes de meteoritos.
  • “Plagas” a medida que las corrientes obligan a insectos y alimañas a salir de la tierra.
  • “Pilares de fuego” a medida que la Tierra forma una conexión eléctrica con el Planeta X, quemando la Tierra y causando ruídos ensordecedores.
El texto resaltado se refiere a lo que ya tenemos delante y que recopilé en su día en lo que hasta ahora es mi artículo favorito y –qué novedad— uno de los menos leídos en este blog, así que siempre lo enlazo, qué sé yo…

Y ya de paso, puestos a hablar de cosas favoritas, termino una vez más con mi representación predilecta para describir al humano moderno y su actitud ante la vida. Proyectada en un alien, claro. Cosas de la sombra, que diría Jung…



Fuente: http://www.erraticario.com/astronomia-libros-y-ebooks/los-asteroides-cercanos-entretienen-mientras-se-ignora-el-verdadero-peligro/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed%3A+Erraticario+%28erraticario%29

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